sábado, 31 de diciembre de 2011

El Pasillo de la Muerte.

Hoy terminó la historia que ávidamente había estado leyendo los últimos días. Después de abandonar Buenos Aires por unos días para recibir el año lejos de los apuros, me entregué a la tentación de dejar de buscar la quinta entrega del libro "El Pasillo de la Muerte", o en inglés "The Green Mile" y comprar la edición completa. Si hubiesen estado en mi lugar, teniendo de la primera a la cuarta sin la quinta y con la última (la sexta) en mi posesión y sin recordar nada sobre el final de la película tan conocida que definitivamente vi (en Argentina, "Milagros Inesperados"), habrían querido continuar leyendo. Claro, especialmente si es justo a partir del final del cuarto libro cuando ya no te acordás de qué es lo que sigue. Y especialmente si el final de esa cuarta parte revela aquello que te da esperanza con una afirmación tan importante y a la vez tan tonta que cuesta creerla y, por supuesto, te hace querer morir con tal de obtener la explicación.
No hay muchas maneras de describir el libro sin arruinar algún detalle que puede ser maravilloso. Puedo decir, si es que eso ayuda, que es el primer libro que leo sola de Stephen King; un autor que mi madre adora y siempre me causó curiosidad. Mi mala memoria, como ya habrán leído, me hizo la travesía mucho más interesante.
En el libro, no solo encontré interesante la historia, que avanzaba a su propio ritmo, con la certeza de que quien escribe sabe perfectamente qué fue lo que pasó de principio a fin e incluso después. También descubrí que King aprovechaba su maravilloso narrador para filtrar frases inteligentes que continuan girando en alguna parte de mi cabeza y fueron a parar a mi facebook, jaja, porque ¿a dónde más podía ir una buena frase hoy en día si no es a facebook para compartirla con nuestros amigos virtuales?
La historia se situa en dos tiempos distintos que cambian como si se tratara de un ciclo. Cada vez que comienza una de las entregas, exceptuando la primera, nos habla el narrador Paul Edgecombe, un hombre ya viejo que se encuentra en una residencia llamada Georgia Pines. "Está a unos setenta y cinco kilómetros de Atlanta y a unos doscientos años luz de la vida tal como la vive la mayoría de la gente", según palabras del propio Paul. En ese tiempo, Paul habla de aquellas cosas que vive en la actualidad y nos cuenta sobre la residencia y el modo en que escribe la historia junto a algunas otras cosas que parecen traer el pasado al presente y mezclar ambos tiempos.
El otro tiempo es 1932 en el bloque E de la penitenciaría de Cold Mountain. Paul nos cuenta la historia que ha guardado por años porque, seguramente, nadie la creería o quizás porque nadie querría haberla vivido.
El bloque E tiene solo seis celdas y es lo que en otras prisiones llaman "La Última Milla" mientras que en Cold Mountain, por las baldosas de color verde, viejas y gastadas, se llama "La Milla Verde" dándole el nombre al libro. Ese es el pasillo de la muerte donde espera la Freidora con pasiencia, como aquella anfitriona que no se puede evitar.
Quiero pensar que la silla electrica es la que vuelve ese pasillo en la última milla que podrás recorrer. Y creo que no estoy muy equivocada.
"Mil novecientos treinta y dos fue el año de John Coffey". Ya han pasado muchos años y finalmente Paul siente la necesidad de recordar y contar la historia que marcó su vida.
En realidad, creo que esa ya es suficiente razón para leerla.